miércoles, 26 de enero de 2011

GREMILADO POR LA PRESIÓN



Reblidaba la mañana. El inventor de verbos se treblonía en la silla flimorando. Mientras, su mujer le riminaba con rabia seforcida. Él, completamente acrasilado y en silencio, se gremiló por la ventana.



jueves, 20 de enero de 2011

LA PESADILLA DE MARTITA




Las noches empezaron a llenarse de gritos desgarradores y carreras por el pasillo para abrazar a una Martita que, con la cara bañada en sudor y mocos, intentaba huir de sus pesadillas. Mamá, hay una zepiente con dientes debajo de mi cama.
Por mucho que cada tarde yo fingiera haber repasado toda la habitación antes de que ella se acostara, los aullidos de terror llegaban puntuales para escalar la sima del silencio de la noche.
La zepiente, mamá, ha vuelto la zepiente.
Esa vez decidí seguirle la corriente.
Tranquila cariño, yo la sacaré.
Vamos serpiente, sal de la habitación. Deja tranquila a mi hija. Ya está, ya se ha ido.
Después me quedé junto a ella hasta que la respiración acompasada me confirmó que se deslizaba hacia un sueño tranquilo. Antes de volver a la cama entré en el baño.
Acababa de sentarme en la taza del wáter cuando desde abajo me llegó el primer mordisco.

miércoles, 5 de enero de 2011

ESE ALGO


Estoy a punto de dar por válida la última corrección de mi artículo. Me levanto a fumar un cigarrillo y me acerco a la chimenea de hierro donde se mantienen encendidas unas brasas que parecen comestibles. Vuelvo al ordenador. Quiero alargar un poco más el momento previo a la recompensa final, el calor anestésico que desprende el cuerpo de mi mujer dormida. Ahora pienso que tampoco fue tan mala la idea de pasar las Navidades en Sylt, una isla del Mar del Norte alejada de forma casi equidistante de la histeria convencional que destilan mi familia y la de Daniela a finales de diciembre.
¿Lo has notado?
Levanto la vista de la pantalla y miro con sorpresa a mi mujer, que descalza y enrollada en una manta, ha saltado de la cama. Su cara refleja un extraordinario esfuerzo por descifrar algo.
¿Notar qué?
No lo sé, ha pasado algo. No te sabría explicar...
Callo y afino el oído sin percibir nada fuera de lo normal. Un rápido barrido visual me confirma que todo sigue en su sitio. Pero ha conseguido intranquilizarme y me levanto. Ella da unos pasos hacia el balcón y un leve brillo infantil se posa en sus ojos.
Mira, esto es lo que ha pasado.
Su dedo índice se ha abierto paso entre la manta y señala hacia afuera, hacia el fondo de la noche. Me acerco con más aprensión que curiosidad. El Mar del Norte se ha congelado. Lo que ella ha sentido, hasta el punto de despertarla, ha sido un perturbador golpe de silencio.

La historia, mutatis mutandis, pertenece a alguien que me la contó como verídica, y que amablemente me la cedió para transformarla y adaptarla para este micro.